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Dinastías merinida y saadí
La dinastía merinida
Los merinidas eran un clan de las tribus berberes de Banou Merin, que en un principio estaban al servicio de los almohades y luego aprovecharon la decadencia de aquellos para tomar el poder.
Luego de algunos combates contra los almohades, consiguieron tomar Meknes en 1245 y Fes en 1248, para finalmente apoderarse de Marrakech en 1269. Los merinidas prefirieron establecer su capital en Fes; Marrakech vio entonces partir sus artesanos e intelectuales hacia Fes y cayó en el letargo y la decadencia, mientras que Fes conoció su tiempo de mayor esplendor con la creación de escuelas coránicas y medersas. No obstante, las luchas intestinas persistían y el desmembramiento del imperio musulmán era ya inevitable. El último sultán merinida fue asesinado en 1465 y el reino musulmán de Granada cayó en 1492.
Los saadíes y el resurgimiento de Marrakech
Los mausoleos de la kasbah, los únicos vestigios de la opulencia saadí que resistieron a la furia alauita
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La dinastía saadita reinó desde la caida merinida hasta 1654, aunque habían vivido en la región próxima a Marrakech durante casi dos siglos sin hacerse notar. En los comienzos la lucha interna por el poder fue terrible y se caracterizó por la persecución y muerte de familias completas de saadíes, sea entre familias diferentes o dentro de una misma familia.
Entre ellos, Moulay Abdallah desde su llegada al trono en 1557 comenzó por eliminar a todos sus rivales familiares potenciales; sus hermanos Abd El Malik y Ahmed El Mansour se refugiaron en Argelia. Desde 1558, Moulay Abdallah reunió en un barrio de 18 hectáreas a todos los judíos de Marrakech - el Mellah. A su reinado corresponden la mezquita y la fuente Mouassine y la reconstrucción de la medersa Ben Youssef. A Moulay Abdallah lo sucedió Abd el Malik.
En 1578, luego de la batalla de los Tres Reyes, en la cual Portugal intentaba derrotar a los saadíes y en la que murieron los tres soberanos (Sebastián de Portugal y los saadíes Abd el Malik y El Moutaouakil, su sobrino aspirante al trono), llega al poder el único sobreviviente de la familia real: Ahmed El Mansour.
Durante su reinado de 25 años, El Mansour extendió el imperio desde el Atlántico a Egipto, sometiendo a Sudán. Sus victorias aportaron a la ciudad muchas riquezas, entre ellas gran cantidad de oro, por lo cual Mansour fue conocido como "El Dorado". La ciudad se vio embellecida y recuperó su antiguo esplendor; hizo construir el Palacio el Badi, una nueva kasbah y los impactantes mausoleos que guardan las tumbas saadíes. Su pasión por las ciencias y la literatura hicieron de la ciudad una gran capital cultural. Pese a su gusto exagerado por el lujo, Ahmed gobernó hasta su muerte en 1603 y es recordado como un gran rey, respetado, admirado y temido.
Al morir sin designar sucesor, el imperio se dividía por enfrentamientos entre sus hijos y resurgieron antiguas disputas. El país se hundió en la anarquía y el hambre. El último soberano saadí, demasiado abierto a la influencia occidental, fue asesinado en 1659 por sus propios tíos, deseosos de instaurar un islamismo fundamentalista. Lo sucedió Karim El Hajj, que fue ejecutado en 1669 por Moulay Rachid, el primer sultán de la dinastía alauita.
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