Los orígenes: Tenochtitlán
El valle lacustre de la región del Anáhuac fue el elegido por la tribu de los tenoch, una tribu que se dice provenía de tierras míticas del norte, para fundar su ciudad. Este valle, rodeado de altas montañas, algunas boscosas, otras volcánicas, no presentaba precisamente un entorno ideal para el asentamiento; algunas hipótesis sostienen que decidieron asentarse de todas maneras en el lugar porque las tierras vecinas estaban ya ocupadas por otras tribus. La leyenda cuenta que los tenoch, guiados por su sacerdote, habían iniciado un largo peregrinaje en busca de tierras ideales para establecerse, y esas tierras serían aquellas donde se cumpliera una profecía: allí donde se encontrara un águila devorando una serpiente sobre un nopal sería el sitio perfecto.
Así, en el Anáhuac, la profecía se cumplió y los tenoch cesaron su peregrinar. La imagen mítica aún hoy acompaña a los mexicanos representada en su escudo nacional.
Tenochtitlán fue fundada entonces en el año 1325 y su primer emperador fue Acamapichtli. Nació sobre un islote en el lago Texcoco y fue expandiéndose, gracias a la voluntad de trabajo de los aztecas o mexicas, que fueron ganando espacio al lago rellenándolo mediante un sistema llamado chinampa, construyendo puentes y canales que conectaban casas, palacios, mercados, acueductos y hasta un zoológico, aprendiendo a convivir con la naturaleza que los castigaba a veces con crecidas de las aguas. Así, la ciudad creció hasta convertirse en la más importante de un vasto imperio, el mayor de Mesoamérica, y albergaba en la misma época muchísimos habitantes más que muchas ciudades importantes europeas. Del mismo modo, la limpieza de calles, el alumbrado público y ciertos servicios sanitarios ya estaban desarrollados en Tenochtitlán, mejoras que llegarían a Europa siglos después.
Los ejes de la ciudad se organizaban astronómicamente, había un recinto ceremonial al centro y el conjunto estaba rodeado de un muro, dentro del cual se encontraban los edificios principales. El Templo Mayor, dedicado a los dioses, era no solo el punto destacado del conjunto edilicio, sino además,para los aztecas, el centro del universo, que requería de sacrificios humanos para mantenerse.
La Conquista y la caida de Tenochtitlán
Los españoles llegaron a la región en 1519, al mando de Hernán Cortés. El emperador azteca Moctezuma, creyendo que la llegada de los conquistadores era la culminación de una profecía que anticipaba el regreso del dios Quetzalcoatl, no opuso resistencia al principio, sino todo lo contrario. Después fue demasiado tarde. Comenzó así una gran batalla que duraría dos años y que finalizó con la caida de la gloriosa ciudad y el sometimiento de los mexicas o aztecas a los españoles.
La imponente Tenochtitlán fue sitiada y luego arrasada, y los restos de sus grandiosas construcciones se utilizaron para la construcción de iglesias, edificios gubernamentales y viviendas para los conquistadores, que establecieron en los años siguientes la ciudad de México. Los aztecas que sobrevivieron fueron sometidos a la esclavitud, o fueron evangelizados, o se incorporaron de alguna forma a la vida comercial de la nueva ciudad, pero de ninguna forma conservaron el estatus de su vida pasada.
El Virreinato
En 1527, se constituyó la Real Audiencia de México y en 1535, un Virreinato, cuando llegó el primer Virrey de la Nueva España, Antonio de Mendoza. El estilo de vida impuesto por los sucesivos virreyes era ostentoso; se hacían grandes fiestas para conmemorar hechos de importancia o simplemente por gusto, se construían casas señoriales, como las del marqués del Valle, se imprimían libros, se levantaban iglesias imponentes... El siglo XVI se caracteriza por la ambición y el derroche, que provocaba continuas conspiraciones en la clase dirigente y que culminaban con hechos sangrientos, como el de 1566, que costó la vida a Alonso de Ávila, cuya cabeza fue cortada y exhibida, y su casa, construida sobre el antiguo Templo Mayor de los indios, destruida hasta los cimientos.
El paseo colonial de la Alameda era escenario de juicios públicos que resultaban fascinantes a la población.
En estos años, el agua que consumía la ciudad debía ser traida de Chapultepec y más tarde de Santa Fe, a 20 km., cuando paradójicamente era asediada por las inundaciones. En 1629, lluvias abundantes provocaron una gran inundación que para 1635 se calcula que provocó la muerte a 30.000 indígenas, sea por hambre, por enfermedad o por tristeza. La ciudad quedó sumida en la pobreza y muchos se fueron hacia el norte.
En 1645, la ciudad retomó su reconstrucción con un nuevo empuje. Se prosiguieron y finalizaron construcciones en las iglesias, como la cúpula del convento de la Concepción y la Catedral. Se reestablecieron las clases en la Universidad, el teatro, el trabajo de los herreros y comerciantes establecidos en la Plaza Mayor y los puestos de hierbas y frutas de los indios. El Palacio Real era hogar de virreyes y hasta de algunas autoridades eclesiásticas. La ciudad se dividía en barrios y parroquias, bien diferenciados aquellos de los españoles y criollos con los de los indios, al igual que las escuelas y hospitales. La vida de la ciudad orientada a la religión dio origen a la construcción de enormes conventos, entre los que destacan el de San Francisco, enorme y complejo, el de Santo Domingo y el de la Concepción.
Hacia finales del siglo, fue la sequía que azotó a la ciudad y provocó escasez de alimentos que en 1692 dio lugar a un motín en el que se incendió el Palacio virreinal.
Ya en el siglo XVIII, nuevos impulsos reconstructivos dieron lugar a construcciones que abandonaron la sencillez de siglos anteriores. Lo que hoy conocemos como Centro Histórico tomó su aspecto actual e iglesias y palacios adoptaron estilos más recargados, mezclas de ideas europeas con arte indígena. Son ejemplos de ello el templo del convento de San Francisco, de 1716, y el lujoso templo de Santo Domingo, de 1736.
La ciudad crecía, el aumento de la población aumentaba también la miseria y en la mezcla de clases los más pudientes buscaban destacarse consiguiendo cargos públicos, comprando títulos de nobleza y construyendo casas suntuosas, como la "Casa de los Azulejos", de los marqueses del Valle, el Palacio de los Condes de Santiago o la gigantesca casa de don José de la Borda.
Durante el gobierno del virrey marqués de Casa Fuerte se construyó la Casa de la Moneda, junto al Palacio Virreinal, se edificó la Aduana y se amplió la Alameda. En las calles, el aumento de carruajes provocaba la acumulación de excrementos y suciedad de todo tipo y el ambiente social declinaba lamentablemente, con la proliferación de los juegos de azar incluso hasta en casa de algunos eclesiásticos y la vida no muy santa en ciertos conventos. Las lujosas construcciones contrastaban enormemente con la pobreza y mendicidad, sobre todo de los indígenas, en las calles.
Hacia la segunda mitad del siglo XVIII, la llegada de Carlos III a la corona de España impuso cambios a la capital virreinal. Estos cambios tendían a mejorar la salubridad de las calles, a una economía en la construcción y un saneamiento impositivo, acompañados de un desarrollo de la industria, que provocó el surgimiento de barrios periféricos en torno a las fábricas.
Bajo el gobierno del virrey Vicente Güemez Pacheco y Padilla, la ciudad se dotó de alumbrado público, el Palacio Real dejó de ser un mercado y se prohibió la presencia de animales de corral en las calles. El comercio ambulante se confinó a los mercados de Volador y del Factor. Estas modificaciones dieron como resultado el descubrimiento de la Piedra del Sol, en 1791. El orden imperaba en la ciudad, con su trazado cuadricular, y en esta época se la comenzó a llamar "Ciudad de los Palacios".
La ciudad de México contaba con 130.000 habitantes y las diferencias entre ricos y pobres eran cada vez más acentuadas. El descontento general no tardó en tomar forma de guerrilla en el interior del país.
El siglo XIX: la Guerra de la Independencia
Pese a que la lucha independentista desataba numerosos enfrentamientos armados, la ciudad capital no fue escenario de ninguna batalla, aunque sí sufrió de desabastecimiento. Tras promulgarse la Constitución de Cádiz, la Plaza Mayor pasó a llamarse Plaza de la Constitución. Pese a la crisis, se terminó de construir la Catedral en 1813, y el Seminario de Minería.
Tras la conspiración de 1821, Iturbide fue proclamado emperador en 1822, pero en 1824 la república fue restablecida y el congreso decretó la separación administrativa de la Ciudad de México del estado del mismo nombre, así como el borrado de todos los escudos, blasones y demás representaciones nobiliarias españolas.
Tras la Independencia, el deterioro económico fue tal que no hay desarrollo edilicio que destacar de este período, y la situación sanitaria se agravó a raiz de la llegada de masas poblacionales del interior obligadas por la crisis económica a aglomerarse en la ciudad.
Continuas revueltas civiles impulsadas por diversos aspirantes al poder llevaron al general Antonio López de Santa Anna al gobierno. Este mandó construir una columna conmemorativa de la independencia en la Plaza Constitución de la que sólo se concretó el zócalo, dándole de esta forma el actual nombre a la plaza.
Los Estados Unidos, que aprovecharon de la guerra independentista mexicana para apoderarse de Texas, avanzaron sobre la ciudad en 1847. El 16 de septiembre tomaron el Palacio Nacional y durante nueve meses ocuparon la ciudad, que fue invadida nuevamente por la suciedad y el abandono.
En 1863, Napoleón III impone a Maximiliano como emperador, en respuesta a la decisión del presidente Benito Juárez de suspender el pago de la deuda exterior. Maximiliano, en su corta y trágica estancia en la ciudad, trazó el Paseo de la Reforma.
Durante el gobierno de Porfirio Díaz (1877-1911), se propició la llegada de capitales extranjeros y se fundaron los almacenes "El Puerto de Veracruz", "El Puerto de Liverpool" y "El Palacio de Hierro". Se construyeron vías férreas hacia el resto del país y los Estados Unidos y se drenó el lago Texcoco.
El siglo XX
Tras las casi 4 décadas que duró la dictadura de Porfirio Díaz, estalló la revolución y la ciudad, con casi medio millón de habitantes, sufrió la miseria otra vez y hechos dramáticos, como el asesinato del presidente Madero en 1913 y la llegada de distintos grupos revolucionarios como los de Emiliano Zapata, Pancho Villa y Venustiano Carranza.
Hacia 1924, vuelve la calma y, durante la presidencia de Plutarco Elías Calles, se inició la traza de la Avenida de los Insurgentes. Se desarrollaron las colonias Roma, Lomas de Chapultepec, Hipódromo y, posteriormente, la Polanco. Poco a poco, las villas aisladas de San Angel, Coyoacán y Tlalpan se incorporaron a la Ciudad. En 1931, se construyó el primer rascacielos. Para 1940, la Ciudad de México contaba con 1,7 millones de habitantes!
Bajo la influencia del movimiento socialista ruso, edificios públicos y privados cubrieron sus paredes con murales ejecutados por Rivera, Orozco y Siqueiros, entre otros. Desde 1950, la población creció rápidamente y en respuesta a los problemas sociales de habitación, salud y enseñanza, surgieron los barrios multifamiliares Miguel Alemán, Benito Juárez y Nonoalco-Tlatelolco, el Centro Médico, la Ciudad Universitaria y la Unidad Politécnica de Zacatenco.
En la década del '60 nació el entusiasmo por crear museos y preservar la cultura nacional y sus raíces autóctonas. El Museo Nacional de Antropología representa en este aspecto un ejemplo casi único en el mundo.
En 1968, el descontento popular por ciertas medidas gubernamentales dio lugar, diez días antes del desarrollo de los juegos olímpicos en la ciudad, a una gran manifestación estudiantil que fue duramente reprimida y que dejó como saldo cientos de muertos y heridos.
Hacia 1970, la Ciudad de México sufría muy serios problemas de tráfico y contaminación, aliviados en parte con la inauguración del transporte suterráneo en 1969 y que en 1990 obligaron a la toma de medidas para controlar el tránsito. Ni siquiera el terrible terremoto que sacudió la ciudad en 1985 y que dejó como saldo más de seis mil muertos frenó la llegada de nuevos habitantes a la capital. Esto trajo aparejado un aumento considerable de la delincuencia y la inseguridad comparable a la
ciudad de New York, por lo cual el gobierno debió tomar medidas similares a las de la ciudad estadounidense para control y combate de la delincuencia y la corrupción policial.
En el año 2000 fue electo alcalde Andrés Manuel López Obrador, quien se comprometió, entre otras cosas, a una recuperación y restauración del Centro Histórico de la ciudad de México.