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Historia de Lisboa

La historia de Lisboa conoció épocas de esplendor, cuando cientos de curiosos aventureros, entre ellos Vasco da Gama, se lanzaban al mar deseosos de descubrir y explorar nuevas tierras que la convirtieron en potencia marítima, y épocas de desastre y miseria, que la dejaron al borde de la ruina. Sin embargo, nada pudo evitar que Lisboa resurgiera como una ciudad pujante y de cara al futuro. He aquí un resumen de su historia.

Su legendario origen

La leyenda cuenta que fue Ulises quien fundó Lisboa en su vuelta a casa luego de la guerra de Troya. Ulises habría llamado a la ciudad Olissipo, un derivado de su nombre que a su vez derivó en Olissipona, Lissapona, hasta la voz actual de Lisbon para el inglés, Lisboa para el castellano y el portugués. En realidad no se sabe a ciencia cierta si fueron los griegos o los fenicios quienes la fundaron en el 1200 a.C. y la bautizaron Olissipo, un derivado de Allis Ubo, que en lengua fenicia significa "puerto encantado".

Los comienzos

Al principio la ciudad era disputada por fenicios, griegos y cartagineses, debido a su ubicación estratégica para el comercio marítimo. Fueron los romanos quienes la ocuparon allá por el 205 a.C., y la llamaron Felicitas Julia. Formaba parte de la colonia de Lusitania y era la ciudad más importante de la península ibérica cuando Julio César llegó al poder, en el año 60 a.C.
Cuando cayó el imperio romano, las tribus bárbaras avanzaron, y alanos y suevos ocuparon la ciudad. Los visigodos eran quienes habían tomado la ciudad cuando en el 711 los musulmanes del norte de Africa la invadieron y ocuparon durante 450 años. De este período pueden observarse aún sus huellas en las sinuosas calles de Alfama y el Castillo de San Jorge.

Los primeros reyes

El primer rey de Portugal fue Alfonso I Enriques, quien expulsó a los musulmanes en 1147, y más abajo del castillo de San Jorge construyó una catedral, la , adonde llegaron los restos de San Vicente, mártir en la lucha contra los musulmanes y luego patrono de Lisboa. En el 1256, bajo el reinado de Alfonso III, la ciudad devino capital de Portugal. Con su hijo Dinis Lisboa se expandió comercial y culturalmente y en 1290 se fundó la primera universidad. Se amplió la ciudad a los pies del castillo y en la zona de la Baixa. Cuando en 1373 la ciudad fue saqueada por Enrique II de Castilla, Fernando I hizo construir unas murallas como protección para sus 40 mil habitantes. La peste negra sacudió a Lisboa y la economía se desestabilizó; sólo se recuperó la prosperidad en la Era de los Descubrimientos.

La Era de los Descubrimientos

Después de que Cristóbal Colón emprendiera sus viajes en busca de las Indias, muchísimos marinos soñaban con hacerse a la mar para probar suerte también. Uno de ellos fue Vasco da Gama, que en 1497 se embarcó en Belém y abrió la ruta hacia las Indias bordeando Africa.
El 26 de enero de 1531 la ciudad sufrió un terremoto en el cual murieron miles de personas. No obstante, las riquezas obtenidas con el comercio de especias, aumentadas también por las provenientes de Brasil, convirtieron a la ciudad en una potencia, el centro comercial de Europa. En estos tiempos Manuel I levantó la Torre de Belém y el Mosteiro Dos Jerónimos, como agradecimiento a Dios por tanta riqueza. En el siglo XVI se trazó la Plaza de Comercio (Terreiro do Paço) frente al río, y surgió el Bairro Alto, con comerciantes que venían a establecerse en la ciudad. La Inquisición instaló su régimen de terror y numerosas ejecuciones tuvieron lugar en la Plaza de Comercio y en la Plaza del Rossio.
Cuando murió Sebastián I, la ausencia de herederos animó a los españoles a ocupar Portugal en 1580. No fueron expulsados sino hasta el año 1640, cuando el duque de Braganza subió al trono como João IV. El oro traido de Brasil renovó la prosperidad de la ciudad y el rey João V emprendió ambiciosos planes de edificación, entre ellos, el del Acueducto de Aguas Livres, que llevaba el agua desde el valle de Alcántara.
Toda la prosperidad cayó en pocos minutos cuando un nuevo terremoto sacudió Lisboa el 1º de noviembre de 1755, dejándola totalmente destruida.

Los proyectos de Pombal

La reconstrucción de la ciudad quedó en manos del primer ministro de José I, el marqués de Pombal. Este había planificado un diseño de cuadrícula, con el centro de la ciudad en la zona de la Baixa. La eficacia con que se enfrentó la crisis y el desarrollo enérgico de su plan lo convirtieron en la figura política del momento. Cuando Napoleón invadió Portugal, el rey debió huir a Brasil, la capital del imperio pasó a Río de Janeiro y los proyectos no se continuaron, provocando la decadencia de Lisboa. No obstante, el diseño de Pombal puede observarse aún hoy en las calles de la Baixa, llamada por eso Baixa Pombalina. El plan tardó bastante en concretarse y el Arco de Triunfo que cierra la Rua Augusta se acabó cien años más tarde, en 1873.

El siglo XX

Durante la segunda mitad del siglo XIX llegó la revitalización económica. Se construyeron carreteras, vías férreas, circularon tranvías, se hizo un muro de contención en el Tajo.
En 1908 asesinaron al rey Carlos y su hijo Luis Felipe cuando pasaban por la Plaza de Comercio y dos años más tarde caía la monarquía. Antonio Oliveira Salazar, que implantó una dictadura desde 1926 a 1968, continuó modernizando Lisboa en detrimento del resto del país. En 1966 se levantó el puente Salazar sobre el Tajo, que pasó a llamarse Ponte 25 de abril conmemorando la Revolución de los Claveles de 1974, que acabó con la dictadura.

La Lisboa de fin de siglo

Tras la revolución, el país vivió años de gran euforia y cambios en la política. Portugal pasó a formar parte de la Comunidad Europea en 1986, lo que significó que la economía evolucionara favorablemente.
En 1988, nuevamente la tragedia tocó a la ciudad, cuando el fuego arrasó con el barrio del Chiado. Las pérdidas en cuanto a patrimonio edilicio fueron cuantiosas y fue convocado uno de los mejores arquitectos de Portugal para la reconstrucción: Alvaro Siza Vieira.
Lisboa fue capital cultural europea en 1994 y sede de la Exposición Universal de 1998, cuyo tema fue el océano, una forma de rendir homenaje a su inigualable historia marítima.


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